Que un niño se chupe el dedo puede ser tierno. Pero, si te pones a pensar en cuáles pueden ser las consecuencias de este hábito, te comenzarás a preocupar.
Es una complicación para todas las madres resolver este problema y más si tu hijo ya no es un bebé sino un chico grande.
Muchos padres se angustian, enojan y eligen el camino de los regaños. Si eres uno de ellos, te aseguramos que estás en el camino equivocado.
No persigas al pequeño con gritos de prohibición porque lo incentivarás a continuar con este mal hábito. Recuerda que lo prohibido atrae.
Seguramente, apenas ves que se acerca el dedo a los labios, piensas que su boca o dientes se deformarán y no sabes cómo quitarle esa costumbre. Pues, estas preocupaciones tienen respuesta.
No es genético ni hereditario
Chuparse los dedos es un reflejo primitivo que lo remite a la alimentación. Si es un bebé, es una señal de que tiene hambre. Así que no es una conducta hereditaria, genética y, mucho menos, patológica.
Succionar le da una sensación de placer a tu hijo. Esta acción le permite liberar tensiones y ansiedad. Además, le brinda bienestar.
La edad normal en la que los niños se chupan el dedo es de 2 a 6 años. A esa edad, no conocen de malos hábitos. Con esta acción, simplemente se expresa de una forma natural.
Chuparse el dedo es para tu hijo su primera experiencia de placer. Como te comentamos, lo relaja y le da seguridad y confort.
Sin embargo, debes poner atención a su evolución. Hasta los 6 años no causa efectos negativos. Después, tendrás que llevarlo con especialistas. Entre ellos, te recomendamos:
- Pediatra
- Dentista infantil
- Psicólogo
Cuatro efectos negativos
Cuando chuparse el dedo es una acción recurrente, o cuando prolonga más del lapso estimado, es importante comenzar a actuar. Si no lo controlas a tiempo, puede acarrear consecuencias negativas que serán complicadas de resolver a largo plazo.
Problemas de salud bucal en niños
Son diversas las consecuencias dentales que se generan a partir de que tu hijo no se saque el dedo de la boca. En concreto, así como el chupete, succionar un dedo puede provocar:
- Maloclusión dental o mordida abierta. Se produce cuando al morder no existe contacto alguno entre los dientes inferiores y los incisivos superiores.
- Desorientación en las arcadas dentarias. Al chuparse los dedos, la arcada dentaria inferior se desvía hacia atrás y la superior hacia adelante. De esta manera se produce un cambio notable en lo que debería ser la orientación normal de ambas secciones bucales.
Imperfecciones de la boca
Este mal hábito puede llegar a convertirse en una manía. Tu hijo ya no lo hará para decir que tiene hambre sino por puro placer. Es ahí cuando esta costumbre genera deformaciones en la boca. Por ejemplo:
- Se produce hipoplasia. Ocurre cuando no se desarrolla apropiadamente el maxilar superior. Al chuparse el dedo, el niño no deja que la lengua encuentre su posición adecuada y, como consecuencia, el maxilar se afecta negativamente.
- Deformación del paladar. Al succionar el dedo, el niño empuja continuamente el paladar hacia arriba. Así, este toma una forma convexa y distorsionada, es decir, se perjudica su desarrollo y formación normal.
Alteraciones del leguaje
Cuando tu hijo mantiene por mucho tiempo la costumbre de chuparse el dedo, es más probable que se exprese oralmente de forma tardía. También puede presentar inconvenientes para articular palabras.
Intoxicaciones
Recuerda que las manos de los niños están expuestas a la contaminación. Al llevarlas a la boca, corren más riesgo de contraer infecciones por las bacterias y sustancias nocivas del medio ambiente.
Combate este hábito desde casa
El tratamiento para que tu hijo deje de chuparse el dedo comienza en la casa. Primero, es importante que te fijes cuáles son las cosas que le producen ansiedad por chuparse el dedo.
Reconoce si lo hace por hambre, aburrimiento, ansiedad o malcriadez. Con esta información, podrás comenzar a buscar soluciones desde la raíz del problema.
Habla con el niño, insiste en que deje de hacerlo, pero siempre con afecto. Si lo convences, aunque sea por corto tiempo, prémialo por el buen comportamiento con un abrazo o algo que le guste. Así, poco a poco, desaparecerá el hábito.
Para vencer esta costumbre, tienes que ser persistente, ya que será muy difícil hacerle olvidar a tu pequeño el placer de chuparse el dedo. Así que es muy importante que te llenes de paciencia.
Cuándo acudir al especialista
Si el problema persiste, visita al pediatra. Recuerda que es más fácil hacer que tu hijo deje el chupete que convencerlo de que no se chupe más el dedo. Esto, simplemente porque su dedo no es un objeto externo que le puedes quitar como el chupón.
Un pediatra será de gran ayuda para aconsejarte si sientes que lo has intentado todo y aún no logras que deje el hábito. Sin embargo, te recomendamos no regañarlo, eso es vital. Háblale, los niños entienden.
No olvides que, en un principio, que se chupe el dedo no es un problema. Recuerda que es un reflejo para expresarse, si persiste toma medidas. Además, ponle atención a la frecuencia en que lo hace. Una decisión a tiempo te evitará malestares a futuro.
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