Hasta la fecha el dolor en el mundo pediátrico sigue siendo una asignatura pendiente no comprendida, podríamos decir que varía entre programas de educación, nivel cultural y percepción, pero la realidad es que se considera a los infantes como seres en desarrollo con ciertas limitantes en sus sentidos y por lo tanto con apreciaciones poco fiables ¿Sera esto realidad?
Cuando nos referimos a la percepción y tratamiento del dolor pensamos que es una cuestión de adultos, incluso algunos expresan que los niños nacen, crecen y viven de forma natural sin sentir dolor hasta la fase adulta, alejándose bastante de la realidad.
Si evaluamos la aparición del dolor en los niños resulta sorprendente su activación durante la infancia, desde su llegada en el momento del parto ya es una experiencia dolorosa aunque ciertamente el cuerpo humano está “diseñado” para ello, las contracciones del útero durante la salida del bebé movilizan los pulmones liberando secreciones haciéndolos aptos para respirar, pero indudablemente se genera presión, tracción y torsión que en algunos casos genera dolor sin mencionar aquellos bebés que tienen el cordón umbilical enredado al cuello.
Durante las etapas de crecimiento, estiramiento de los huesos, erupción de los dientes temporales y luego los permanentes, también se experimentan momentos dolorosos, además de las típicas infecciones respiratorias, amigdalitis, otitis, traumatismos derivados de los juegos y desencadenados por la inmadurez del equilibrio y sentido común, si nos detenemos a pensar, todos estos son una fuente de dolor y en algunos casos llegando a ser crónico abarcando más de tres meses de duración, en ese orden de ideas claramente los niños sienten dolor, el único detalle es que no saben cómo expresarlo.
En el área de odontopediatría la lucha contra el dolor se realiza con analgésicos menores como por ejemplo el Paracetamol e Ibuprofeno, el uso de analgésicos mayores en el tratamiento del dolor infantil es muy reducido debido a los mismos miedos que arrastran los adultos. Además la incompleta capacidad metabólica, frecuentes alergias, la depresión respiratoria y el reducido número de ensayos clínicos sobre el tema hacen que la mayoría de profesionales eviten a toda costa el uso de analgésicos en infantes.
El dolor es una realidad y no se debe negar o minimizar, ya que es un elemento de diagnóstico en muchas patologías, tampoco es necesario mantenerlo sin tratamiento durante todo el proceso diagnóstico con la excusa de evitar malas interpretaciones.
Ahora, si hablamos de los procedimientos dentales específicamente en odontopediatría el dolor dental no es raro más bien se considera frecuente precisando atención y tratamiento.
Una de las medidas más simples y eficaces se basa en la educación de los padres para inculcar hábitos saludables de higiene dental y alimentación a sus hijos, evitando ofrecer biberón por las noches, meriendas con azúcares refinados, aplicando limpiezas con gasas y agua estéril en los más chiquitos, o explicando cómo deben cepillarse los más grandes.
Otro esfuerzo educativo es identificar a los dentistas como aliados y no como enemigos, si enseñamos a los niños a colaborar y dejarse hacer muchas de las maniobras se podría reducir el uso de sedantes y analgésicos, cuando normalizamos la revisión odontológica existe una mejora increíble en la colaboración de los niños.
En el caso que se requiera sedación lo más conveniente es crear un ambiente amigable, incluyendo juegos y música de ser necesario como elementos de distracción, en algunas ocasiones se administra benzodiacepinas en dosis bajas por vía oral para activar una fase de premedicación. Otros profesionales emplean protóxido de nitrógeno en mascarillas nasales muy cómodas aunque se necesita adiestramiento y certificación especial, en tratamientos más complejos se administra sedación intravenosa con porpofol o dexmedetomidina que constituyen mejores alternativas pero deben ser colocadas por un profesional de anestesiología, con el fin de controlar posibles complicaciones relacionadas con el manejo de las vías aéreas.
A continuación te dejamos algunos consejos para la aplicación de analgésicos y sedantes en odontopediatría:
- En los primeros meses de vida solo podremos diagnosticar picos dolorosos con nuestra propia capacidad intuitiva, además de los signos externos como taquicardia, llanto intenso e inquietud, entre otros.
- A partir de los 3 años de edad es posible utilizar escalas de colores, caras con emociones o termómetros de dolor e incluso escalas como la de Campbell.
- La escala visual análoga se aplica desde los siete años sin problemas.
- Adaptar el tratamiento a las características físicas del niño, ya que existen diferencias metabólicas notorias implicando adaptaciones fármacocinéticas y farmacodinámicas en sustancias especificas.
- Las dosis deben calcularse en función del peso corporal, evitando generalizaciones preconfiguradas de teorías o contempladas en los mismos medicamentos.
- Es importante disponer siempre de una segunda opción, esta se denomina analgesia de rescate para completar picos de dolor más intensos o perdidas de eficacia por factores externos.
- Observar detalladamente las reacciones, comportamientos y expresiones del niño para saber si parar, continuar o realizar alguna modificación.
Acércate a tu profesional de confianza, hazle todas las preguntas que tengas al respecto para aclarar todas tus dudas.
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