¿Conocen un niño al que no le gusten los dulces?… yo tampoco.
A todos los niños les gustan los dulces y la explicación es sencilla: además de tener un sabor agradable, son una fuente de energía para realizar las actividades diarias.
A diferencia de las proteínas y las grasas, los carbohidratos se metabolizan rápidamente y proporcionan la energía inmediata que se requiere para jugar, estudiar y aprender con la intensidad que caracteriza a los niños.
Precisamente por esa disponibilidad energética inmediata la sabiduría gastronómica recomienda los postres: concluir una comida con carbohidratos aporta la energía que se requiere para el proceso de digestión, por lo que es muy recomendable y saludable.
Los dulces no provocan caries
Las caries son un proceso multifactorial que inicia con la desmineralización del esmalte dental por efecto de los ácidos producidos por la Placa Dental Bacteriana, pero que se puede interrumpir fácilmente con el lavado de los dientes.
Todas las personas tenemos millones de microorganismos en la boca, principalmente bacterias que en sí mismas no son buenas o malas; el problema surge cuando se reproducen en exceso, lo que sucede con el paso del tiempo, de manera que una boca que no se asea por lo menos dos veces al día, será una boca con superpoblación de microorganismos que se agrupan en placas firmemente adheridas a los dientes, denominadas Placa Dental Bacteriana.
La Placa Dental Bacteriana se formará haya o no haya carbohidratos en el ambiente bucal, por lo que es la verdadera causante de las caries y otras enfermedades bucales como las enfermedades de las encías que aquejan a los adultos desde temprana edad.
Entonces, la solución es simple: asear la boca dos o tres veces al día para eliminar la placa bacteriana, lo que se logra con una buena técnica, pero sobre todo con constancia, es decir, no dejar que pasen más de 12 horas entre cepillado y cepillado de los dientes.
Eliminar los azúcares de la dieta es perjudicial
Existen tres grandes grupos de alimentos de los cuales obtenemos energía: las grasas, las proteínas y los carbohidratos; todos ellos son necesarios para el adecuado funcionamiento del organismo por lo que deben procurarse en proporciones adecuadas.
La clave de una dieta saludable es el equilibrio en sus componentes, que puede lograrse fácilmente con una vieja receta popular: preparar comidas de colores.
Observe lo que come, si es blanco seguramente serán lácteos, pescado o aves; verdes, vegetales; café, carnes; rojo, tomates… otros colores pueden ser especias o alimentos procesados.
De los carbohidratos prefiera los de origen natural como las frutas y los cereales, y evite los alimentos con azúcares agregados como los refrescos y golosinas.
Las palabras convencen, los ejemplos arrastran
Lo más importante para que nuestros hijos crezcan saludables es el ejemplo que les demos y lo que pongamos a su alcance.
Un antiguo estudio demuestra que los hijos de ambos padres fumadores tienen 550% más probabilidades de ser fumadores que los hijos de padres no fumadores; de igual manera, los hijos de padres consumidores de azúcares, seguramente se convertirán en consumidores de azúcares. La misma regla aplica para el aseo diario y por supuesto para la higiene bucal; cuando los pequeños observan que sus padres se lavan la boca tres veces al día, ellos querrán hacerlo y adquirirán el hábito de hacerlo.
Los chocolates y el amor
El cacao con que se elaboran los chocolates contiene una gran cantidad de feniletilamina, molécula que también se produce en el cerebro humano cuando nos sentimos felices, satisfechos y enamorados; de manera que consumir chocolates provoca un estado de ánimo similar, por lo que los regalamos con la esperanza que la pretendida los consuma pensando en nosotros y se sienta enamorada, lo que está muy bien, pero que no olvide lavarse los dientes para que evitar las caries.
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